En mis viajes a Portugal siempre he pasado por el Algarve como un mero tránsito hacia otros lugares, como Coímbra, Évora, Lisboa, Oporto o Sintra. Esta vez he querido detenerme en esta zona, que tiene unos paisajes únicos.
Empecé mi recorrido por la sierra de Monchique, aunque no muy alta solo unos 900 ms, si tiene unas caracteristicas que la hacen especial, su orientación hacia los vientos húmedos del atlántico permite que en algunos de sus valles se condense la humedad, incluso en días de verano, por lo que quedan reductos del bosque de laurisilva, (como también ocurre en los canutos de Algeciras y las Islas Canarias) ricos en helechos, laureles y rododendros. Asentado sobre suelo volcánico ( en realidad esta sierra se compone de tres volcanes apagados, aunque no extintos) es rico también en alcornocales aunque hoy muy degradado por los fuegos y las plantaciones de eucaliptos y tiene un balneario de aguas calientes.
En mi recorrido por esta sierra me sorprendió una espesa niebla que me privó de sus paisajes, pero dió un aire de ensoñacion a la caminata hacia una de sus mejores cascada (Cascata do Barbolote), que no estaba en su mejor momento (También la sequía afecta aquí).
El siguiente paso fue hacia los acantilados de «Punta Piedade» desde la ciudad de Lagos, espectaculares acantilados de rocas doradas y salpicados de diminutas calas. Y terminar en Portimao a orillas de la playa Rocha y dejar que el día se vaya lentamente, mientras se pone el sol.
Al día siguiente al amanecer visita al algar de Benagil, con sus impresionante cuevas algunas con el techo horadado sobre el que se cuela el sol, esta es una cita digna de no perderse, recorriendo desde el mar el «algar seco» y entrando en varias cuevas.
Ya al mediodía llegada a Faro (capital del Distrito) y degustar algo a los pies del parque natural de Ria Formosa con sus islas, entre canales y esteros, desde donde de nuevo contemplar estupendas puestas de sol.
Después del atardecer recorrer el pueblo de Olhao, un pueblo típico de pescadores con callesillas muy estrechas, como un autentico laberinto y con redes colgadas en algunas de sus calles.
De nuevo al amanecer caminata de Piedras del Rei hasta la playa del Barril, en la isla de Tavira, atravesando el canal y las marismas y por un sendero paralelo a una vía de un pequeño tren, que antaño sirvió para llevar y traer material a una factoría de atún que existió en esta playa, cuando el atún era abundante. Esta factoría está reconvertida en bares y el pequeño tren en transporte para los visitantes, haciendo las delicias de los más pequeños.
Ya en la playa nos encontramos con el curioso «cementerio de las anclas», anclas que yacen aletargadas al sol desde desde 1964, cuando cerró la factoría. Estas anclas servían junto con las redes para formar el laberinto de las almadrabas para pescar el atún, las cuales se montaban en mayo y se desmontaban en septiembre. A partir de 1964 eso dejo de suceder y las anclas quedaron varadas cual ballenas en la arena.
La ciudad de Tavira se merece un buen paseo. A orillas del rio Giläo y algo alejada del mar, es una ciudad histórica, con restos de fenicios, romanos y musulmanes un sitio encantador para tomar algo al pie del puente romano.
De camino hacia Vila Real de Santo Antonio una parada par visitar Cacela Velha un pueblito pequeño, casi aldea de casas blanquísimas, fortaleza sobre un promontorio con impresionantes vistas sobre el parque natural.
Terminé el periplo en Vila Real, almuerzo mirando hacia la otra orilla del Guadiana (España). Me gusta comer aquí porque tienen la mayor variedad de pescados que yo he visto en su mercado, se aúnan pescados de mar, marismas y rio.
Después de comer me sorprendió una gran gala de navidad organizada por TVi (Televisión portuguesa) en la Plaza del marqués de Pombal (por primera vez se organizaba desde Vila Real) con actuaciones de sus estrellas, que pude presenciar en primera fila, solo el atardecer me hizo retirarme de ahí. Por otra parte esa puesta mereció la pena.
Tren a la playa de Barril
Setenil 